Mes de enero, semanas de ensayos
generales, de nervios, de incertidumbre sobre el repertorio, de meter los últimos
detalles, de probarse el tipo, de ir a ver el forillo, de comprar las últimas
cosillas en tiendas, en fin de una infinidad de cosas que sólo los que salimos
en esto podemos llegar a entender. El sábado pasado tuvimos la suerte de
estrenar el repertorio en nuestro ensayo general. No sabéis la satisfacción que
se le queda a uno después de soltar lo que lleva dentro desde hace 5
meses, te quitas un peso de encima y si
encima tienes el reconocimiento de los compañeros, más todavía.
Siempre he dicho que no me gustan
los ensayos generales. La mayoría vamos a bichear al “contrario” y casi nadie
es sincero con sus opiniones, todo el mundo te suele decir que eres el mejor,
que vaya pedazo de repertorio, etc. Y es totalmente lógico, ¿quiénes somos
nosotros para quitarle la ilusión a un compañero? Aunque la verdad es que la
gran mayoría de las veces nos vendría bien tener a un amigo sincero que nos
dijese lo que está bien y lo que está mal.
El día del ensayo general es como
el día del Falla: nervios por el qué dirán
y nervios porque todavía no se saben bien las letras, no se tienen perfeccionados
los coreados, los acordes, y eso es lo que hace a este día tan especial: la
incertidumbre.
Hoy no me voy a extender mucho más.
Simplemente decirle a los compañeros que
disfruten de sus ensayos y que les vaya bien en los concursos.
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