Cádiz al atardecer /revistaecclesia.com |
Como yo, muchos de ustedes sois carnavaleros pero de los
forasteros. De esos que no tuvimos por piscina la Caleta y que no tuvimos por
colegio el Gran Teatro Falla. De los que no dimos paseos agarrados de la mano
de nuestro primer amor por la Alameda, ni de los que no crecimos viendo
atardeceres donde el Sol viene a morir. De esos cuyo parque de juegos no fue el
Parque Genovés, ni pasamos los domingos en alguna de esas plazas conectadas que
tiene MI Cádiz, TU Cádiz, NUESTRO Cádiz (Cádiz
la de alma de niña, Cádiz del barrio la Viña, cangrejos moros…).
Somos de esos que se sienten dueños de esa parcela de arte,
de ilusión, de magia y de evasión. De belleza utópica, de ritmo contagioso y de
color único (Los colores más bonitos los
pintan los cieguecitos, ¡qué razón tenía el maestro!).
Somos de esos que mueren en un atardecer en sus playas, en
un corrillo a ritmo de 3x4 en la Caleta o, incluso, con un simple coche que
vemos por nuestra ciudad y lleva puesta nuestra comparsa favorita. (¡Qué bonita es Cádiz por la tarde cuando
miro el solecito que se viene pal fresquito con la marea!)
Pero, por mucho que me duela reconocerlo, no es nuestro. Por
mucho que soñemos con ello, no hemos nacido con sangre chirigotera (Cádiz jamás va a dolerte lo mismo que a mí,
lo mismo que a mí me duele). Pero nuestros hermanos, los gaditanos,
comparten su fiesta con nosotros año tras año. Algunos con intereses
exclusivamente económicos; otros, con intereses artísticos, y la gran mayoría
lo comparten porque si, porque el Carnaval es arte, y como tal, hay que
contemplarlo, paladearlo, saborearlo, interiorizarlo y, en definitiva, disfrutarlo
(Con cuatro acordes y dos garabatos el
pasodoble del tres por cuatro con na en el mundo se pue comparar)
No olvidemos nunca que esas agrupaciones “de relleno” no
ganan absolutamente nada con ensayar cuatro o cinco meses de nueve a doce de la
noche, y encima se llevan esas críticas que todos hacemos durante el COAC con
mejor o peor intención. Que las de cuartos venden unos pocos de cds en la calle
y cantan en los tablaos de Cádiz para poder pagarse el tipo. Y que las
“grandes”, las que escuchamos simplemente por su apellido, trabajan los fines
de semana deleitándonos con sus coplas y privándose con ello de disfrutar con
amigos, familia o pareja (Con San Juan se van los caracoles
y llega el verano y por tantas ciudades, noches de
festivales donde grito a los vientos
que soy gaditano)
Somos unos afortunados gracias a la generosidad de nuestros
vecinos gaditanos. Somos forasteros, pero aún así, disfrutamos de Cádiz
tanto o más que sí hubiéramos nacido allí. Ya lo dijo la chirigota de Sevilla,
allá por el año 2007… “Puede ser que sea
una suerte no haber nacido en tu tierra, porque así soy tan de nadie que me
vale cualquier calle pa inventar mi casapuerta…”.
Hasta la semana que viene ;)
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